Seguramente el aparato digestivo no es lo primero que se te viene a la cabeza cuando piensas en una piel radiante. Pero, ¿sabías que el tipo de alimentación que seguimos es una de las primeras cosas que influye en la piel?
La falta de vitaminas y otros nutrientes, una alimentación baja en grasa y unos niveles bajos de bacterias probióticas pueden tener un impacto negativo en nuestra piel.
La mayoría de los procesos que ocurren durante el envejecimiento o que provocan enfermedades degenerativas se deben a la oxidación de moléculas importantes, como el ADN, los lípidos o las proteínas, por la acción de los radicales libres.
Buena parte de ellos se producen debido a la actividad metabólica del organismo, es decir, como resultado de la respiración o de la digestión. Pero otra parte procede de la contaminación ambiental, el tabaco, la exposición al sol, los medicamentos...
Por eso es tan importante incluir antioxidantes en la alimentación. Estas sustancias son capaces de bloquear la acción de los radicales libres y con ello los procesos de oxidación que deterioran el cuerpo con el paso de los años.
Los alimentos más ricos en antioxidantes son las frutas y verduras. Y está demostrado que quienes siguen una dieta rica en vegetales protegen su salud y mejoran su aspecto físico.
Una buena pista para saber si tu dieta te está ofreciendo los antioxidantes que necesitas es observar la variedad de colores de los alimentos que tomas: rojo, verde, amarillo, anaranjado... Cuantos más, mejor. El colorido es una de las características de la dieta mediterránea por su diversidad de frutas y verduras, que te aportan estos nutrientes, entre otros:
Betacaroteno. Además de su acción antioxidante, resulta imprescindible para la renovación de piel y mucosas, ayudando a mantenerlas sanas. Lo encuentras en hortalizas y frutas de color anaranjado (zanahorias, calabaza, mango, melocotón...) y también en verduras de hoja verde.